No pensaba contestar más los agravios y ofensas del señor Fernando Rospigliosi Capurro, pero lamentablemente, obligado por las circunstancias, lo haré por esta última vez, debido a que después de mi artículo (“Rospigliosi en su laberinto”), publicado en Correo el 26 de noviembre, este señor ha perdido totalmente la ecuanimidad y, demostrando una bajeza sin límites, ha agraviado a mi familia.
Al no tener como presentar las pruebas sobre su acusación, en que ofendió a las FFAA, ni argumentos y menos conocimientos para entablar una polémica periodística sobre temas de defensa nacional con la debida seriedad, altura y serenidad y, asimismo, al no haber encontrado absolutamente nada irregular sobre mi vida personal y mi trayectoria profesional, ha incluido en su artículo “Instituciones por los suelos”, publicado el domingo 28 de noviembre en el diario Perú 21, el nombre de mi hermana y mi cuñado como propietarios de la empresa PROINTER S.A., la cual, según una declaración asentada en el Sexto Juzgado Anticorrupción, vendió un equipo de interceptación telefónica Octopus al ex-Servicio de Inteligencia Nacional (SIN).
Por supuesto que ésta es una más de las acusaciones falsas del señor Rospigliosi y él lo sabe perfectamente, ya que con una simple lectura del Asiento 3 de la Ficha No. 56236 del Registro Mercantil de Lima ha podido verificar, antes de lanzar este agravio, que mis familiares transfirieron sus acciones a terceras personas hace más de quince años, el 31 de marzo de 1989, fecha en que se desligaron totalmente de la citada empresa, sin embargo, incluyó esta información con muy mala fe y de manera por demás malintencionada con la única finalidad de ofender y agraviar a mi familia. Al respecto, mis familiares aludidos, amparados por la ley, han enviado un documento al diario Perú 21 para que procedan a rectificar dicha falsedad.
El señor Rospigliosi es un periodista de profesión y como tal comunicador social, por lo tanto, debe conocer perfectamente su obligación de mantener un código de ética periodístico, según el cual debe asumir su responsabilidad ante la sociedad y comprometerse a respetar el derecho de las personas a la vida privada y a la dignidad, así como a recoger, procesar y transmitir la información en forma verídica, objetiva y científica, preceptos que este señor nunca ha respetado.
Por último, le recomiendo al señor Rospigliosi que comprenda que como actor político debe cambiar radicalmente su actitud. En una persona que sigue el camino de la política, si queremos mejorar realmente nuestro país, no es únicamente importante la inteligencia o capacidad, sino que es imprescindible demostrar virtudes personales y espirituales, tales como el servicio, la solidaridad, el bien común, la humildad, la misericordia por el prójimo, la hidalguía, la fortaleza, la dignidad, la honradez, el liderazgo, etc., virtudes que Ud., señor Rospigliosi, no demuestra en absoluto poseer.
Publicado en el diario CORREO, fecha 3 de diciembre de 2004
Al no tener como presentar las pruebas sobre su acusación, en que ofendió a las FFAA, ni argumentos y menos conocimientos para entablar una polémica periodística sobre temas de defensa nacional con la debida seriedad, altura y serenidad y, asimismo, al no haber encontrado absolutamente nada irregular sobre mi vida personal y mi trayectoria profesional, ha incluido en su artículo “Instituciones por los suelos”, publicado el domingo 28 de noviembre en el diario Perú 21, el nombre de mi hermana y mi cuñado como propietarios de la empresa PROINTER S.A., la cual, según una declaración asentada en el Sexto Juzgado Anticorrupción, vendió un equipo de interceptación telefónica Octopus al ex-Servicio de Inteligencia Nacional (SIN).
Por supuesto que ésta es una más de las acusaciones falsas del señor Rospigliosi y él lo sabe perfectamente, ya que con una simple lectura del Asiento 3 de la Ficha No. 56236 del Registro Mercantil de Lima ha podido verificar, antes de lanzar este agravio, que mis familiares transfirieron sus acciones a terceras personas hace más de quince años, el 31 de marzo de 1989, fecha en que se desligaron totalmente de la citada empresa, sin embargo, incluyó esta información con muy mala fe y de manera por demás malintencionada con la única finalidad de ofender y agraviar a mi familia. Al respecto, mis familiares aludidos, amparados por la ley, han enviado un documento al diario Perú 21 para que procedan a rectificar dicha falsedad.
El señor Rospigliosi es un periodista de profesión y como tal comunicador social, por lo tanto, debe conocer perfectamente su obligación de mantener un código de ética periodístico, según el cual debe asumir su responsabilidad ante la sociedad y comprometerse a respetar el derecho de las personas a la vida privada y a la dignidad, así como a recoger, procesar y transmitir la información en forma verídica, objetiva y científica, preceptos que este señor nunca ha respetado.
Por último, le recomiendo al señor Rospigliosi que comprenda que como actor político debe cambiar radicalmente su actitud. En una persona que sigue el camino de la política, si queremos mejorar realmente nuestro país, no es únicamente importante la inteligencia o capacidad, sino que es imprescindible demostrar virtudes personales y espirituales, tales como el servicio, la solidaridad, el bien común, la humildad, la misericordia por el prójimo, la hidalguía, la fortaleza, la dignidad, la honradez, el liderazgo, etc., virtudes que Ud., señor Rospigliosi, no demuestra en absoluto poseer.
Publicado en el diario CORREO, fecha 3 de diciembre de 2004