Amenazas tradicionales y no tradicionales en América Latina
Expuesto por el Vicealmirante (R) ALFREDO PALACIOS DONGO en el Auditorio del Colegio de Abogados de Lima Fecha 4-10-06
El Sistema mundial, es entendido actualmente utilizándose el paradigma de la globalización. Como su nombre lo indica, la globalización es una concepción del mundo cuya característica fundamental es el anuncio de la constitución de un mercado único mundial funcionando como gran asignador de recursos. De ser esto así, el concepto de los Estados soberanos estaría en proceso de desaparecer, puesto que el instrumento fundamental de acción política, esto es, la determinación de prioridades en el manejo de los bienes de una nación, caería cada vez más fuera del ámbito de su competencia.
Actualmente, los Estados Nacionales de tamaño convencional, han quedado reducidos a la condición de cuasi soberanos. Su capacidad de acción se ve seriamente restringida por limitaciones económicas.
Como sostiene John Mersheimer, “nos encontramos avanzando de vuelta al pasado”, solo que el juego de equilibrio no se dará ahora entre Estados Nación, sino entre grandes espacios regionales. Tan es esto así, que en el actual misionamiento de las Fuerzas Armadas de EE UU, la primera prioridad la tiene la preparación para enfrentar conflictos a nivel de regiones mundiales.
Los cambios que están sacudiendo las viejas estructuras mundiales, han convertido la integración regional y subregional en uno de los puntos más importantes de la agenda política. América Latina no es una excepción y, los procesos de integración económica están a la orden del día como alternativa para paliar las complicadas consecuencias de una situación económica que en cierta forma amenaza la estabilidad política de los países de la región.
La integración de mercados lleva paulatinamente a considerar -y también a imponer- la cooperación en otras áreas como la seguridad regional para enfrentar los riesgos y amenazas no tradicionales en un mundo inestable e incierto. Debemos identificar algunas de estas amenazas no tradicionales que resultan componentes centrales de cualquier análisis estratégico que sirva a la defensa, entre otras, la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, la consideración de la protección de los recursos naturales como el agua, las fuentes energéticas, los recursos pesqueros, las situaciones emergentes del equilibrio ecológico, así como los conflictos ajenos que puedan afectarnos como integrantes de un mundo cada día más interrelacionado.
Existe un creciente consenso internacional de que la fuerza no puede ser usada para dirimir disputas y que, cuando algún actor a nivel estatal o intraestatal rompe el consenso y amenaza la paz, el mundo debe inmediatamente responder, a través de los Estados democráticamente regidos e internacionalmente nucleados en la ONU y en el caso del continente americano también en la OEA. La paz sólo puede ser definida por su contrario, es decir, la ausencia de ella. Así podemos decir, que sería un estado ideal la ausencia de conflictos armados. Sin embargo, en los aspectos relativos a la preservación de la soberanía e integridad territorial existen amenazas tradicionales que nunca van a desaparecer y la posibilidad de que ocurran en ningún caso debe ser considerada nula. En los Libros Blancos de Defensa de ningún país se considera nula esta posibilidad. Entre estas amenazas tradicionales tenemos los puntos de fricción entre Estados, controversias por delimitaciones de territorios terrestres y marítimos entre países limítrofes, compras desmesuradas de armamento de carácter ofensivo, necesidad de supervivencia por falta de recursos naturales indispensables como el agua y la energía y por último, no debe dejarse del lado el análisis de la teoría del conflicto como aspecto inherente a la naturaleza humana.
Por ejemplo, las altísimas adquisiciones de armamento netamente ofensivo por parte de Chile y, su negativa para aceptar que existe una controversia en la delimitación marítima con nuestro país, plantean en forma permanente, la dificultad y el empañamiento de encarar la definitiva integración entre nuestras fuerzas militares. En este sentido, la integración de los países de la región no debería estar centrada casi exclusivamente en lo comercial, como es actualmente, descuidándose el resto de las dimensiones. Ahora, en lo que se refiere a las adquisiciones de armamento, se habla de homologación de gastos, medición transparente, estandarización etc, sin embargo, se trata solo de métodos comparativos que no evitan una carrera armamentista ni permiten mantener un equilibrio estratégico entre países y menos en la región. Además, en nuestra situación con Chile, por ejemplo, la pregunta sería: ¿Cómo vamos a homologar o estandarizar US$ 4,000 millones que ha gastado Chile en compra de armamento contra US$ 60 millones que ha gastado el Perú? En el presente año, en Chile, además de su presupuesto anual para las FF AA que triplican el nuestro, adicionalmente, solo la ley reservada del cobre le asignará US$ 1,350 millones, cantidad mayor a todo el presupuesto anual de nuestras FF AA.
Por otro lado, como sostiene el gran geopolítico americano Saul Cohen, plasmado en su mapa geoestratégico, Sudamérica se encuentra en una esfera de marginalidad estratégica, esto es, no encerramos en nuestro seno a ninguna potencia nuclear ni tenemos enclaves de otras potencias que sean vistos como un reto por ninguna de las potencias planetarias. Somos un conjunto de nueve naciones, que reúnen entre ellas una potencia emergente, Brasil; y un conjunto de países en proceso de modernización o en vía de desarrollo. Ahora bien, salvo Brasil, y aún esto bajo condición, ninguno de nuestros países aislado puede tener, ni desarrollará por si solo en ningún futuro previsible, la masa de poder necesaria para ejercer una verdadera soberanía y por consiguiente ser actores del escenario internacional. Por separado estamos condenados a una posición de marginalidad y periferización cada vez más pronunciadas. Esta situación obliga a la región a promover instancias para debatir alternativas a las diversas problemáticas de la seguridad regional. Desde hace algunos años atrás, se vienen realizando encuentros bilaterales y multilaterales entre cancilleres, ministros de Defensa y entre oficiales de Estados Mayores Conjuntos con la finalidad de crear un espacio para un contacto más fluido entre las fuerzas militares de los países con el fin de generar mecanismos para debatir esta problemática en el marco de la integración. Incorporar a las fuerzas militares en estos encuentros, es muy importante para evitar que se sigan alimentando hipótesis de conflicto. Sin embargo, la carrera armamentista de un país, sin lugar a dudas, a nivel militar, generará preocupación en los resto de los países de la región.
Pese a las dificultades, la realización de dichos encuentros es altamente positiva ya que genera un espacio para el intercambio de ideas y acercamiento entre los actores involucrados pero, la relevancia de ambas instancias se ve en cierto modo oscurecida por el escaso nivel de interacción entre civiles y militares. Por un lado, es necesario incorporar el tema militar a la agenda de discusión global de la integración regional para evitar que se perpetúe el aislamiento de los militares y el consiguiente incremento de su grado de alerta en pos de la defensa de los intereses y soberanía del Estado al que sirven. En este marco, es conveniente que dichas instancias cuenten con la participación de oficiales militares, junto con gobernantes civiles, legisladores, representantes de las fuerzas políticas, diplomáticos, periodistas, expertos civiles en temas militares y empresarios relacionados con el sector industrial de defensa.
Uno de los obstáculos más importantes para la realización de este tipo de encuentros a nivel regional es que tampoco existe comunicación fluida entre la élite civil gobernante y los militares a nivel de los países de la región. Por otra parte, los civiles poseen escaso conocimiento sobre el tema militar -el cual constituye frecuentemente un no tema- y las más de las veces no poseen la información mínima, no sólo respecto a la orientación doctrinaria, sino también a la capacidad y organización de las fuerzas militares de sus propios países.
A esto se le suma la situación cada vez más complicada en los procesos de las reformas militares. Éstas se limitan a propuestas de mera reducción del presupuesto del sector defensa, reducciones numéricas de personal y no se encara una transformación del sector para lograr instituciones eficientes, eficaces y profesionales, con capacidad humana y material para ejecutar las misiones constitucionalmente encomendadas.
Pese a que la definición de estos temas a nivel nacional es prioritaria, instancias regionales de debate sobre el tema militar y su relación con la seguridad de toda la región, no sólo serían importantes en sí mismas sino que impulsarían procesos paralelos de interacción fluida entre civiles y militares en los diferentes países.
A modo de ejemplo, se podría impulsar la creación de una instancia permanente en la región que atienda la temática de la seguridad e integración militar de los países.
En primer lugar, este tipo de evento permitiría analizar las alternativas para la resolución de históricos conflictos de frontera, que han sido relegados de la agenda política democrática la más de las veces, mientras que a nivel de las Fuerzas Armadas, por su idiosincracia y misionamiento, constituyen un tradicional fundamento para sus hipótesis de conflicto.
Asimismo se podría impulsar la cooperación regional como forma de empezar a contrarrestar una orientación geopolítica combativa por parte de los militares que ha predominado históricamente y que aún está presente. Esta temática generaría un nuevo ámbito para la interacción cívico-militar en el cual se incorporarían a los militares en el diseño de las políticas exteriores nacionales y regionales y se introduciría al sector civil en temas geopolíticos que le han sido normalmente ajenos.
En segundo lugar, en algunos países de la región, tal como es el caso del Perú, los presupuestos destinados al sector defensa, que si bien pueden constituir una causa de debilitamiento de la economía, no son suficientes para mantener unas fuerzas militares que como consecuencia no están siquiera capacitadas para realizar el entrenamiento y preparación que aseguren una defensa eficaz, además de ocasionar el deterioro logístico del equipamiento. Las reducciones de los presupuestos de defensa no reflejan los resultados de un planeamiento estratégico para la Defensa que, sin embargo, se impone. Esta reducción indiscriminada, sin dicho planeamiento y sin definir el rol de funciones de las FF AA ha perjudicado aún más al sector militar, disminuyendo la capacidad de supervivencia de sus estructuras y poniendo en peligro a las instituciones militares.
En este marco, una estructura regional de integración para la seguridad -con activa participación de la élite civil y militar- puede ofrecer enormes ventajas a nivel de toda la región. No solamente por brindar la oportunidad de realizar ejercicios conjuntos y colaborar en entrenamiento y aspectos militares propiamente técnicos -actividades muchas veces ya realizadas en forma bilateral- sino también en el impulso de una reforma institucional que refleje la nueva realidad de cooperación en el área, a la vez que mejore la capacidad de las fuerzas militares y su nivel de profesionalidad. Esto estimularía un proceso de aprendizaje recíproco que haría desaparecer la desconfianza mutua entre los países, distendería tensiones entre fuerzas armadas de países vecinos, aseguraría la eficaz subordinación de las fuerzas militares a un liderazgo civil responsable y entendido, y sobre todo, propiciaría la efectiva consolidación de las bases democráticas de los países de la región.
La búsqueda de espacios que incrementen el diálogo entre civiles y militares y promuevan la cooperación y los valores democráticos es una tarea importante en el intento de asegurar la integración de seguridad regional.
Quisiera terminar mi exposición indicando que la proyección estratégica de una política de defensa nacional debe basarse en una óptica del manejo realista de las relaciones internacionales que parta del conocimiento de los conceptos de disuasión y equilibrio estratégico.
Es por ello que la seguridad nacional no debe ser descuidada y debe ser tratada como parte de una visión integral del Estado con una perspectiva de largo plazo y con la concepción de la existencia de una estrategia nacional en el campo de la seguridad y defensa, la misma que complemente y acompase el ritmo del desarrollo del país.
En esta proyección estratégica, el tema de la defensa debe ser considerado como una actividad dirigida por el Estado, manteniendo una estrecha vinculación y coordinación con su política exterior y con los otros campos nacionales, de manera de lograr articular e integrar las capacidades del poder nacional en respaldo permanente de los objetivos nacionales.
Expuesto por el Vicealmirante (R) ALFREDO PALACIOS DONGO en el Auditorio del Colegio de Abogados de Lima, fecha 4-10-06
Expuesto por el Vicealmirante (R) ALFREDO PALACIOS DONGO en el Auditorio del Colegio de Abogados de Lima Fecha 4-10-06
El Sistema mundial, es entendido actualmente utilizándose el paradigma de la globalización. Como su nombre lo indica, la globalización es una concepción del mundo cuya característica fundamental es el anuncio de la constitución de un mercado único mundial funcionando como gran asignador de recursos. De ser esto así, el concepto de los Estados soberanos estaría en proceso de desaparecer, puesto que el instrumento fundamental de acción política, esto es, la determinación de prioridades en el manejo de los bienes de una nación, caería cada vez más fuera del ámbito de su competencia.
Actualmente, los Estados Nacionales de tamaño convencional, han quedado reducidos a la condición de cuasi soberanos. Su capacidad de acción se ve seriamente restringida por limitaciones económicas.
Como sostiene John Mersheimer, “nos encontramos avanzando de vuelta al pasado”, solo que el juego de equilibrio no se dará ahora entre Estados Nación, sino entre grandes espacios regionales. Tan es esto así, que en el actual misionamiento de las Fuerzas Armadas de EE UU, la primera prioridad la tiene la preparación para enfrentar conflictos a nivel de regiones mundiales.
Los cambios que están sacudiendo las viejas estructuras mundiales, han convertido la integración regional y subregional en uno de los puntos más importantes de la agenda política. América Latina no es una excepción y, los procesos de integración económica están a la orden del día como alternativa para paliar las complicadas consecuencias de una situación económica que en cierta forma amenaza la estabilidad política de los países de la región.
La integración de mercados lleva paulatinamente a considerar -y también a imponer- la cooperación en otras áreas como la seguridad regional para enfrentar los riesgos y amenazas no tradicionales en un mundo inestable e incierto. Debemos identificar algunas de estas amenazas no tradicionales que resultan componentes centrales de cualquier análisis estratégico que sirva a la defensa, entre otras, la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, la consideración de la protección de los recursos naturales como el agua, las fuentes energéticas, los recursos pesqueros, las situaciones emergentes del equilibrio ecológico, así como los conflictos ajenos que puedan afectarnos como integrantes de un mundo cada día más interrelacionado.
Existe un creciente consenso internacional de que la fuerza no puede ser usada para dirimir disputas y que, cuando algún actor a nivel estatal o intraestatal rompe el consenso y amenaza la paz, el mundo debe inmediatamente responder, a través de los Estados democráticamente regidos e internacionalmente nucleados en la ONU y en el caso del continente americano también en la OEA. La paz sólo puede ser definida por su contrario, es decir, la ausencia de ella. Así podemos decir, que sería un estado ideal la ausencia de conflictos armados. Sin embargo, en los aspectos relativos a la preservación de la soberanía e integridad territorial existen amenazas tradicionales que nunca van a desaparecer y la posibilidad de que ocurran en ningún caso debe ser considerada nula. En los Libros Blancos de Defensa de ningún país se considera nula esta posibilidad. Entre estas amenazas tradicionales tenemos los puntos de fricción entre Estados, controversias por delimitaciones de territorios terrestres y marítimos entre países limítrofes, compras desmesuradas de armamento de carácter ofensivo, necesidad de supervivencia por falta de recursos naturales indispensables como el agua y la energía y por último, no debe dejarse del lado el análisis de la teoría del conflicto como aspecto inherente a la naturaleza humana.
Por ejemplo, las altísimas adquisiciones de armamento netamente ofensivo por parte de Chile y, su negativa para aceptar que existe una controversia en la delimitación marítima con nuestro país, plantean en forma permanente, la dificultad y el empañamiento de encarar la definitiva integración entre nuestras fuerzas militares. En este sentido, la integración de los países de la región no debería estar centrada casi exclusivamente en lo comercial, como es actualmente, descuidándose el resto de las dimensiones. Ahora, en lo que se refiere a las adquisiciones de armamento, se habla de homologación de gastos, medición transparente, estandarización etc, sin embargo, se trata solo de métodos comparativos que no evitan una carrera armamentista ni permiten mantener un equilibrio estratégico entre países y menos en la región. Además, en nuestra situación con Chile, por ejemplo, la pregunta sería: ¿Cómo vamos a homologar o estandarizar US$ 4,000 millones que ha gastado Chile en compra de armamento contra US$ 60 millones que ha gastado el Perú? En el presente año, en Chile, además de su presupuesto anual para las FF AA que triplican el nuestro, adicionalmente, solo la ley reservada del cobre le asignará US$ 1,350 millones, cantidad mayor a todo el presupuesto anual de nuestras FF AA.
Por otro lado, como sostiene el gran geopolítico americano Saul Cohen, plasmado en su mapa geoestratégico, Sudamérica se encuentra en una esfera de marginalidad estratégica, esto es, no encerramos en nuestro seno a ninguna potencia nuclear ni tenemos enclaves de otras potencias que sean vistos como un reto por ninguna de las potencias planetarias. Somos un conjunto de nueve naciones, que reúnen entre ellas una potencia emergente, Brasil; y un conjunto de países en proceso de modernización o en vía de desarrollo. Ahora bien, salvo Brasil, y aún esto bajo condición, ninguno de nuestros países aislado puede tener, ni desarrollará por si solo en ningún futuro previsible, la masa de poder necesaria para ejercer una verdadera soberanía y por consiguiente ser actores del escenario internacional. Por separado estamos condenados a una posición de marginalidad y periferización cada vez más pronunciadas. Esta situación obliga a la región a promover instancias para debatir alternativas a las diversas problemáticas de la seguridad regional. Desde hace algunos años atrás, se vienen realizando encuentros bilaterales y multilaterales entre cancilleres, ministros de Defensa y entre oficiales de Estados Mayores Conjuntos con la finalidad de crear un espacio para un contacto más fluido entre las fuerzas militares de los países con el fin de generar mecanismos para debatir esta problemática en el marco de la integración. Incorporar a las fuerzas militares en estos encuentros, es muy importante para evitar que se sigan alimentando hipótesis de conflicto. Sin embargo, la carrera armamentista de un país, sin lugar a dudas, a nivel militar, generará preocupación en los resto de los países de la región.
Pese a las dificultades, la realización de dichos encuentros es altamente positiva ya que genera un espacio para el intercambio de ideas y acercamiento entre los actores involucrados pero, la relevancia de ambas instancias se ve en cierto modo oscurecida por el escaso nivel de interacción entre civiles y militares. Por un lado, es necesario incorporar el tema militar a la agenda de discusión global de la integración regional para evitar que se perpetúe el aislamiento de los militares y el consiguiente incremento de su grado de alerta en pos de la defensa de los intereses y soberanía del Estado al que sirven. En este marco, es conveniente que dichas instancias cuenten con la participación de oficiales militares, junto con gobernantes civiles, legisladores, representantes de las fuerzas políticas, diplomáticos, periodistas, expertos civiles en temas militares y empresarios relacionados con el sector industrial de defensa.
Uno de los obstáculos más importantes para la realización de este tipo de encuentros a nivel regional es que tampoco existe comunicación fluida entre la élite civil gobernante y los militares a nivel de los países de la región. Por otra parte, los civiles poseen escaso conocimiento sobre el tema militar -el cual constituye frecuentemente un no tema- y las más de las veces no poseen la información mínima, no sólo respecto a la orientación doctrinaria, sino también a la capacidad y organización de las fuerzas militares de sus propios países.
A esto se le suma la situación cada vez más complicada en los procesos de las reformas militares. Éstas se limitan a propuestas de mera reducción del presupuesto del sector defensa, reducciones numéricas de personal y no se encara una transformación del sector para lograr instituciones eficientes, eficaces y profesionales, con capacidad humana y material para ejecutar las misiones constitucionalmente encomendadas.
Pese a que la definición de estos temas a nivel nacional es prioritaria, instancias regionales de debate sobre el tema militar y su relación con la seguridad de toda la región, no sólo serían importantes en sí mismas sino que impulsarían procesos paralelos de interacción fluida entre civiles y militares en los diferentes países.
A modo de ejemplo, se podría impulsar la creación de una instancia permanente en la región que atienda la temática de la seguridad e integración militar de los países.
En primer lugar, este tipo de evento permitiría analizar las alternativas para la resolución de históricos conflictos de frontera, que han sido relegados de la agenda política democrática la más de las veces, mientras que a nivel de las Fuerzas Armadas, por su idiosincracia y misionamiento, constituyen un tradicional fundamento para sus hipótesis de conflicto.
Asimismo se podría impulsar la cooperación regional como forma de empezar a contrarrestar una orientación geopolítica combativa por parte de los militares que ha predominado históricamente y que aún está presente. Esta temática generaría un nuevo ámbito para la interacción cívico-militar en el cual se incorporarían a los militares en el diseño de las políticas exteriores nacionales y regionales y se introduciría al sector civil en temas geopolíticos que le han sido normalmente ajenos.
En segundo lugar, en algunos países de la región, tal como es el caso del Perú, los presupuestos destinados al sector defensa, que si bien pueden constituir una causa de debilitamiento de la economía, no son suficientes para mantener unas fuerzas militares que como consecuencia no están siquiera capacitadas para realizar el entrenamiento y preparación que aseguren una defensa eficaz, además de ocasionar el deterioro logístico del equipamiento. Las reducciones de los presupuestos de defensa no reflejan los resultados de un planeamiento estratégico para la Defensa que, sin embargo, se impone. Esta reducción indiscriminada, sin dicho planeamiento y sin definir el rol de funciones de las FF AA ha perjudicado aún más al sector militar, disminuyendo la capacidad de supervivencia de sus estructuras y poniendo en peligro a las instituciones militares.
En este marco, una estructura regional de integración para la seguridad -con activa participación de la élite civil y militar- puede ofrecer enormes ventajas a nivel de toda la región. No solamente por brindar la oportunidad de realizar ejercicios conjuntos y colaborar en entrenamiento y aspectos militares propiamente técnicos -actividades muchas veces ya realizadas en forma bilateral- sino también en el impulso de una reforma institucional que refleje la nueva realidad de cooperación en el área, a la vez que mejore la capacidad de las fuerzas militares y su nivel de profesionalidad. Esto estimularía un proceso de aprendizaje recíproco que haría desaparecer la desconfianza mutua entre los países, distendería tensiones entre fuerzas armadas de países vecinos, aseguraría la eficaz subordinación de las fuerzas militares a un liderazgo civil responsable y entendido, y sobre todo, propiciaría la efectiva consolidación de las bases democráticas de los países de la región.
La búsqueda de espacios que incrementen el diálogo entre civiles y militares y promuevan la cooperación y los valores democráticos es una tarea importante en el intento de asegurar la integración de seguridad regional.
Quisiera terminar mi exposición indicando que la proyección estratégica de una política de defensa nacional debe basarse en una óptica del manejo realista de las relaciones internacionales que parta del conocimiento de los conceptos de disuasión y equilibrio estratégico.
Es por ello que la seguridad nacional no debe ser descuidada y debe ser tratada como parte de una visión integral del Estado con una perspectiva de largo plazo y con la concepción de la existencia de una estrategia nacional en el campo de la seguridad y defensa, la misma que complemente y acompase el ritmo del desarrollo del país.
En esta proyección estratégica, el tema de la defensa debe ser considerado como una actividad dirigida por el Estado, manteniendo una estrecha vinculación y coordinación con su política exterior y con los otros campos nacionales, de manera de lograr articular e integrar las capacidades del poder nacional en respaldo permanente de los objetivos nacionales.
Expuesto por el Vicealmirante (R) ALFREDO PALACIOS DONGO en el Auditorio del Colegio de Abogados de Lima, fecha 4-10-06