Hoy, 25 de diciembre, es un día de gran significado porque miles de millones de cristianos en el mundo evocaremos con auténtico espíritu una navidad de amor y esperanza por el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, acontecimiento que ha marcado un antes y un después en la historia de la humanidad, y en el que se encarnan propuestas como el amor por el prójimo, unión, paz, solidaridad, bien común, entre otros. Ante la cercanía de las próximas elecciones generales en nuestro país, aprovechemos de esta fecha para reflexionar sobre el tema de las virtudes, valores y convicciones que deben imperar en las clases políticas.
La política no es otra cosa que una actividad esencialmente humana y civilizadora, es un quehacer social, cuyo principal fin es el de alcanzar, mediante patrones de acción y organización, el bienestar de la sociedad. Ella entraña fundamentalmente actitudes con un verdadero compromiso para con los ciudadanos y cuya esencia debe ser de servicio a los demás, el logro del bien común y del fortalecimiento de una estructura de virtudes y valores públicos con el fin de construir la voluntad política de las diversas instituciones integrantes de la nación en la defensa de la población, en la preocupación de los más débiles, en la protección de los que sufren injusticia, en la defensa de la libertad, en la implementación de políticas sociales que apunten a la igualdad de oportunidades y en la equidad, que constituyen, en general, los máximos valores públicos de la democracia.
Sin embargo, en el contexto político existen excesos de ofertas electorales que dan rienda suelta a la demagogia y a la ambigüedad en los discursos con evidente estrategia populista y con demostraciones de incoherencia entre el discurso político y la realidad. También existen intereses personales y sectoriales que actúan solo por conveniencia y buscan en la política un medio esencial de vida tratando de mantener “el poder” para el copar espacios y cargos que inexorablemente se transforman en el tiempo en grandes focos de corrupción. Estas actitudes frivolizan la función pública y disminuyen la calidad de la política, lo cual afecta el camino de nuestro país hacia el desarrollo.
Bajo este panorama, todo aquel ciudadano que incursione en el campo político debería demostrar fehacientes virtudes y valores que le permitan representar fielmente los intereses de la sociedad. Entre las virtudes: ser honesto, leal, transparente, noble y justo. Entre los valores: estar preparado, capacitado, con ideas claras, cívico, líder con el ejemplo, y con una amplia responsabilidad social y vocación de servicio.
Publicado en el diario EXPRESO, fecha 25 de diciembre de 2010