El pasado 28 de febrero el viceministro de Gestión Pedagógica del Ministerio de Educación, Idel Vexler, manifestó que el año 2010 fue el mejor de los últimos 30 años en materia educativa por haberse superado las horas de estudio de años anteriores, asegurando además que se lograron mejoras sustanciales en razonamiento matemático y verbal del alumnado. Realmente no existe seriedad en dichas afirmaciones ya que la situación educacional depende de muchos otros factores por encima de la cantidad de horas estudiadas, y además, no es cierto que los razonamientos de los alumnos a nivel nacional hayan mostrado mejoría. El problema del sistema educativo en el Perú es mucho más complejo. Su mayor dificultad pasa por la elevadísima desigualdad educacional; la baja calidad educativa; la pésima infraestructura de los centros escolares, y las inadecuadas estructuras curriculares.
En primer término, la desigualdad educacional es dramática. Existen inmensas diferencias entre estudiantes de colegios privados y estatales; entre los de áreas urbanas y rurales –con una brecha de rendimiento del 20%–; y entre los que hablan castellano y lenguas nativas. Asimismo, la baja calidad educativa por los reducidos recursos del sector, y por estudiante –entre los más bajos de América Latina–, no permiten mejorar la inversión en bienes y servicios, materiales educativos y de capacitación, y sus consecuencias resaltan en los desalentadores resultados de evaluaciones nacionales e internacionales en capacidad de aprendizaje, comprensión de lectura, procesos matemáticos y capacidades para utilizar sus conocimientos en la vida. En la última prueba internacional PISA 2010 –participaron 7,000 estudiantes peruanos de colegios privados y estatales–, en el ranking general, entre 65 países, ocupamos el puesto 62°, en comprensión de lectura 62°, en matemáticas 60° y en ciencias 63°.
La infraestructura educativa pública, principalmente en el interior del país y áreas rurales, se encuentra en pésimo estado de mantenimiento, especialmente en precariedad de aulas y servicios higiénicos, y además falta equipamiento como laboratorios, bibliotecas y servicios de capacitación docente, lo cual constituye un obstáculo importante para un eficaz aprendizaje. Y por último, las estructuras curriculares no se adecuan al desarrollo de la ciencia, tecnología e innovación, temas en los que nuestro país carece de visión estratégica y se encuentra a la zaga en la región. Nuestro sistema educativo nacional debería orientarse hacia la formación del pensamiento analítico y crítico-creativo que promueva razonamientos, reflexiones y estímulos, y que permita a los estudiantes alcanzar mayores niveles de logro en la vida.
Publicado en el diario EXPRESO, fecha 5 de marzo de 2011