Una semana después de las elecciones presidenciales del pasado 9 de abril el candidato que quedó en tercer lugar, Pedro Pablo Kuczynski, en el contexto de un discurso en que animaba a sus seguidores a formar un movimiento político, manifestó que “los partidos políticos apestan”, y aunque después pidió disculpas por tratarse de una afirmación exagerada, aclaró que su aseveración “reflejaba las sospechas de mucha gente”.
Sin embargo este candidato representó un grupo de partidos, y conjuntamente con otros dos candidatos (Toledo y Castañeda) –de similar ideología y que se atribuían la defensa del sistema democrático– actuaron irracionalmente al agredirse mutuamente durante toda la campaña electoral descartando la posibilidad de un pacto o alianza, y además diluyeron la difusión de sus propuestas programáticas, coadyuvando con la dispersión del caudal electoral a que pasen a la segunda vuelta los candidatos Humala y Fujimori cuyos pensamientos y doctrinas políticas se acercan más al caudillismo, populismo, autoritarismo, personalismo, retórica y sentimiento, lo que podría significar una amenaza para el futuro del país y para la unidad nacional.
Sin embargo este candidato representó un grupo de partidos, y conjuntamente con otros dos candidatos (Toledo y Castañeda) –de similar ideología y que se atribuían la defensa del sistema democrático– actuaron irracionalmente al agredirse mutuamente durante toda la campaña electoral descartando la posibilidad de un pacto o alianza, y además diluyeron la difusión de sus propuestas programáticas, coadyuvando con la dispersión del caudal electoral a que pasen a la segunda vuelta los candidatos Humala y Fujimori cuyos pensamientos y doctrinas políticas se acercan más al caudillismo, populismo, autoritarismo, personalismo, retórica y sentimiento, lo que podría significar una amenaza para el futuro del país y para la unidad nacional.
En este contexto, las secuelas del proceso electoral han sido devastadoras para los partidos políticos perdedores: cargos de líderes a disposición, renovación de dirigentes, renuncias, acusaciones y críticas por responsabilidades e imputaciones por errores y actitudes políticas. A pesar que los partidos son necesarios en el andamiaje democrático e institucional del país, en lugar de mantener una amplia participación y liderazgo para el servicio y el bien común se han transformado en odiosas instituciones donde existen desfases con la realidad, despotismos, intereses personales, clientelismo y corrupción, lo cual genera rechazo y descrédito en la población. Según el último Barómetro de las Américas, en el Perú solo el 21.25 % simpatiza con un partido político, y en una encuesta de Ipsos Apoyo del 2010 solo el 13% cree en ellos.
Bajo este panorama, los partidos políticos peruanos como instituciones están en crisis y cada vez más deslegitimizados. Requieren de una urgente renovación y modernización, donde deben prevalecer ideas, movilidad, renovación y descentralismo, con líderes y candidatos con credibilidad y capacidad para mostrar a los ciudadanos que la política tiene sentido y respuestas a sus necesidades concretas, y que es una práctica social de servicio; deben además generar espacios para la deliberación, relacionarse con las organizaciones del país, e implementar estatutos modernos que garanticen los balances del poder, y asimismo, empoderarse por la confianza y participación de los ciudadanos, donde los militantes puedan intervenir en las elecciones y decisiones para encaminar su rumbo y compromiso con el país.
Publicado en el diario EXPRESO, fecha 30 de abril de 2011