En
los últimos días se han cometido serios daños con aerosoles de pintura
indeleble a dos muros líticos incaicos del Cusco, uno al lado de la piedra de
los 12 ángulos en el centro histórico, y el otro en Rumi Wasi, en San Sebastián.
También en Huancayo pintaron las paredes de piedra de las ruinas de Unishcoto
en San Jerónimo de Tunán. Lamentablemente estos insanos atentados ocurren
reiterativamente por falta de un plan de control y vigilancia de las
instituciones culturales en estás y otras zonas de incalculable valor cultural.
El
pasado 25 de febrero, en el centro histórico del Cusco, fueron pintadas 55 metros de gruesas rayas naranja en el muro inca de la calle Pampa del Castillo (parte de la cancha inca
Kusicancha), pero el caso más grave ocurrió en marzo de 2009 en el Cusco, en un
muro inca que forma parte de uno de los templos del inca Pachacútec, cuando la
empresa Miñano Baca S.A. desmontó parte de éste para adecuar el diseño de
construcción del centro comercial Yma Súmac, dañando elementos líticos
originales y produciendo grave desalineación y fisuras en 20 piedras, cubriéndolas
con cemento y lodo para que pasen inadvertidas, e increíblemente han pasado 3
años y medio y no ha habido sanción alguna.
Hace
solo unos días la Dirección Regional de Cultura de Cusco ha informado que el
parque arqueológico de Sacsayhuamán se encuentra en peligro por 437
construcciones clandestinas que ocupan 177 hectáreas de esta fortaleza. También
en Nazca y Palpa, líneas, figuras y geoglifos han sido destruidos por mineros
informales y traficantes de terrenos en las zonas arqueológicas de Portachuelos
(arruinaron 15 geoglifos en un área de 80 metros), en La Calera II (borraron
figuras antropomorfas y fitomorfas), en Cerros Altos (arrasaron un geoglifo de 40
metros de ancho y 485 de largo), y en
San José de la Pascana (depredaron un cementerio nazca). Inadmisiblemente estas
zonas no cuentan con protección ni señales de áreas arqueológicas.
Respecto
a nuestro patrimonio histórico y documental, en julio de 2011 la Biblioteca
Nacional (BN) reveló la pérdida de mil ejemplares, entre joyas literarias
invalorables, pero solo 23 han sido recuperados. En el Archivo General de la
Nación (AGN) sucede algo semejante, hay 32,000 metros lineales de documentos
apilados uno tras otro, casos de robos detectados y la falta de un inventario
confiable. Es realmente impensable que la BN y el AGN no cuenten con controles
eficaces e inventarios completos y detallados.
Bajo
este panorama, el patrimonio cultural es la herencia de nuestros antepasados y
elemento fundamental para la construcción de nuestra identidad nacional y
futuro como Nación. A pesar de que poseemos uno de los más ricos y variados
patrimonios culturales a nivel mundial, no contamos con planes, programas y
proyectos culturales eficaces, y lamentablemente demostramos desidia, abandono,
incapacidad y precariedad en su administración, preservación y protección.
Artículo
de Alfredo Palacios Dongo, publicado en el diario EXPRESO, fecha 29 de
setiembre de 2012