El
pasado 4 de junio el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI)
presentó el informe “Producción y Empleo Informal en el Perú 2007-2012”, período
en que nuestra economía creció 35%, pero el empleo informal total se redujo
mínimamente 5.5% (de 79.8% a 74.3%) creándose en 5 años solo 1 millón de
empleos formales. Si relacionamos el porcentaje total de empleo informal con la
Población Económicamente Activa (PEA) –16.2 millones– increíblemente unos 12
millones de peruanos tienen empleo informal, y dentro de ellos, de 6.2 millones
de jóvenes –hasta 24 años–, según la OIT, laboran informalmente 84.7% (5.3
millones).
Nuestra
informalidad laboral es responsable del 19% del PBI y del 61.5% del empleo, cifras
muy preocupantes, pero más aún es que en 15 de las 25 regiones del país el 80%
de sus trabajadores sea informal sin ninguna protección social ni económica. Asimismo,
en las empresas la informalidad promedio es altísima (3 de cada 5 son informales) registrándose más
de 2 millones de micro y pequeñas empresas (Mype) informales, y con mínima mano
de obra calificada.
Pero
no solo es grave la informalidad laboral, sino que este mal endémico, como
problema estructural, se ha enraizado profundamente en muchas otras actividades
a nivel nacional: 65% de uso de
software opera sin licencia; 50% del uso de cable en los hogares es informal (1.4
millones); el internet informal crece a tasas anuales de 40%; en ventas de
licor el 30.8 % es informal (mayor porcentaje en la región); en el sector
logístico y distribución 67% proviene de empresas informales; de 400 centros
para adictos a drogas, 396 (99%) son informales; en el transporte
interprovincial 77% opera informalmente.
También
en Lima, con 4,000 ambulantes informales, 1.3 millones de casas construidas sin
licencia, y 2,400 imprentas informales en el Centro Histórico; en Tacna e Ica
más del 70% de pozos de agua operan informalmente afectando el abastecimiento y
en Arequipa 60% de guías de turismo son informales.
Bajo
este panorama, la informalidad nos desborda, y para enfrentarla se requiere
innovación en la gestión y serio compromiso de todos los niveles del gobierno para
generar empleo adecuado y mejorar la calidad educativa y la inversión en
infraestructura, caso contrario, nuestra productividad y desarrollo se verán
seriamente afectados ocasionando un frágil crecimiento y unas distorsionadas cifras
macroeconómicas.
Artículo
de Alfredo Palacios Dongo publicado en el diario EXPRESO, fecha 12 de julio de
2014