En las últimas elecciones
regionales y municipales nuevamente (de manera similar a los procesos de 2006 y
2010) se mostró la debacle de los partidos políticos nacionales, que con grave
crisis de representatividad y falta de liderazgo, prácticamente desaparecieron
frente a movimientos “independientes” regionales que arrasaron en 20 de las 25
regiones y en el mayor porcentaje de las alcaldías provinciales y distritales del país, igualmente en
Lima, decepcionaron los partidos de trayectoria municipal, peor aún, la actual
alcaldesa al asociarse con Toledo y presentarse con partido “prestado”, y el
partido de gobierno, que ni siquiera presentó candidatos.
Como base social de
nuestra sociedad, a los partidos les compete, como principal función conferida
en nuestra Constitución, promover la participación ciudadana en la política,
además, representarla e intermediar como interlocutores de sus demandas y
necesidades hacia el Estado, sin embargo, a pesar que se trata de un proceso
fundamental para el ordenamiento democrático, no se están desempeñando dentro
de los esquemas de una democracia representativa, por lo que hace muchas
décadas no representan a nuestra sociedad.
Los partidos políticos presentan
serias deficiencias de institucionalidad, transparencia y orden; bajos niveles
organizativos y falta de vida orgánica seria y persistente; alejamiento del
interés mayoritario y débil identificación con la ciudadanía; ausencia de mecanismos,
cuadros y propuestas; mal manejo de democracia interna e insuficiente
competencia para elegir liderazgos; predominio del caudillismo, carente
formación y renovación de cuadros, falta de representantes legítimos y
dirigentes capacitados; debilidad en proyectarse al mediano y largo plazo; e
inexistente política activa y lazos sólidos con sus bases partidarias, cuadros
y operadores, los cuales solo tienen vida regular en época electoral, y fuera
de ésta no existen o invernan.
Bajo este panorama, lamentablemente
los partidos políticos se han convertido exclusivamente en un juego de
intereses y de reparto de cargos que los han alejado de la adhesión ciudadana
(solo un 10% de electores está inscrito en algún partido político).
Si no se realiza una
profunda reforma política (rechazada en el Congreso desde 2007) y si además
éstos no presentan una verdadera vocación de cambio, ese creciente
distanciamiento ciudadano seguirá incrementando el verdadero desinterés y
desmotivación para la participación en los partidos de personas integras con
verdadera vocación de servicio, y más grave aún, puede llegar a transformarse
en un cuestionamiento tan profundo, que a ojos de la ciudadanía, haga de los
partidos políticos instituciones irrelevantes y prescindibles.
Artículo
de Alfredo Palacios Dongo publicado en el diario EXPRESO, fecha 11 de octubre
de 2014