El
río Rímac, que abastece de agua para consumo humano, agrícola y energético a
más de 9 millones de limeños, nace en las alturas de Ticlio a 4,700 msnm, y es
alimentado por las lagunas Ticticocha y Leoncocha con aguas cristalinas, pero
en su recorrido de 140 kilómetros pasando por San Mateo, Matucana, Chosica y
Ate, éstas llegan casi negras y muy contaminadas a la planta de tratamiento La
Atarjea (distrito El Agustino).
Según
la Autoridad Nacional del Agua (ANA) la cuenca está afectada por 965 fuentes
contaminantes por arrojo de residuos sólidos y vertimientos de aguas residuales
domésticas no tratadas (hay más de 500 tuberías), ocasionando elevada
contaminación bacteriológica. El río recibe cada segundo más de 3 mil litros de
aguas negras provenientes de desagües domésticos y residuos industriales y de
riego, además de gran cantidad de metales tóxicos de muchos pasivos mineros.
A
la bocatoma de la Atarjea llegan diariamente entre 30 y 40 toneladas de basura
que deben ser filtradas, y sus aguas tratadas con enormes cantidades de cloro
(10 cm3 por cada 50 litros). Increíblemente en los últimos meses Sedapal, con
apoyo del Ministerio de Vivienda, ha extraído 200 mil toneladas de basura (de
320 mil proyectadas) desde el puente Huachipa en Ate hasta dicha bocatoma (5
kilómetros), pero ésta, lamentablemente, no se detendrá.
En
1968 se creó una “Zona Reservada del
Valle del Río Rímac” de 28 kilómetros (Cercado de Lima, San Juan de Lurigancho,
Ate y Chaclacayo), pero es inconcebible que actualmente las márgenes del río en
dicha zona sean las más contaminadas. La ANA, después de 16 años, de manera casi
utópica, habla de establecer una “faja marginal” en toda su extensión como “zona
intangible”.
Bajo
este panorama nada se ha avanzado en la recuperación del río Rímac y su contaminación
continúa agravándose, a pesar que hace 2 años se creó una Comisión
Multisectorial (DS 022-2012-AG), se suscribió un convenio con Corea, y un pacto
entre la ANA, Municipalidad de Lima y gobiernos regionales de Lima y Callao, sin
embargo, dicha Autoridad recién está coordinando la elaboración de un Plan
Maestro de recuperación (cuyo proceso duraría más de una década y su
presupuesto bordearía US$ 4,000 millones).
Así,
es imposible que pueda cumplirse la (despampanante) Visión de la ANA al 2022:
“Un río Rímac con vida, calidad y hermosura”.
Artículo
de Alfredo Palacios Dongo publicado en el diario EXPRESO, fecha 1 de noviembre
de 2014