El
pasado día 29 el gobierno promulgó el DL 1195 aprobando la Ley General de
Acuicultura que busca promover esta actividad (cultivo de peces y otros
recursos hidrobiológicos en ambientes controlados). Recién el gobierno, con
gran propaganda, identifica este sector como “uno de los motores para retomar
el crecimiento económico”.
A
meses de culminar su mandato recién piensan en este sector, aunque siempre fue potencial
para el desarrollo nacional, fundamental para nuestra seguridad alimentaria y
fuente de trabajo para comunidades de pescadores, porque contamos con un amplio
litoral para la maricultura (concha de abanico y langostino) y miles de lagos,
lagunas y ríos, en sierra y selva, para desarrollar la acuicultura continental
de agua dulce (trucha, tilapia y peces amazónicos como el paiche y gamitana).
En
normatividad promotora no nos quedamos. Tenemos vigente hace 14 años (may.2001)
la Ley de Promoción y Desarrollo de la Acuicultura (27460) y su reglamento (DS
030-2001 jul.2001) que, al igual que la nueva ley aprobada incluye (más de lo
mismo) investigación y capacitación, beneficios tributarios, régimen laboral y
seguridad social, protección del ambiente y control ecológico. Además, ya es
una actividad declarada de interés nacional (DL 1032 jun.2008) y con beneficios
tributarios que vencieron el 2013 (ley 29644 dic.2010), también tenemos un plan
nacional de desarrollo acuícola 2010-2021 (DS 001 ene.2010), y hasta un nuevo programa
de ciencia, desarrollo tecnológico e innovación en acuicultura 2013-2021.
Si
de normatividad promotora se tratara, nuestra acuicultura debería tener un altísimo
nivel de desarrollo, sin embargo no se ha logrado por falta de voluntad
política para incentivar la inversión y emprendimiento empresarial y de
apertura del acceso a mercados, también por falta de planificación sectorial,
regional y local, y de inversión (tecnología, desembarcaderos, supervisión,
sanidad), además de carencia de visión estratégica de futuro.
A
pesar que la tendencia mundial es reemplazar la pesca extractiva (en etapa de
declive) por la cultivada, seguimos haciendo lo más fácil, increíblemente 98.8%
de nuestra producción pesquera es extractiva (principalmente para harina de
pescado), mientras que la acuícola, a pesar de su importancia y potencial real
y visible, solo alcanza 1.2% (debería ser 50%-50% como el promedio mundial), anualmente
solo producimos 100 mil toneladas (0.1 % del total mundial de 100 millones), y en la
región, Chile, Brasil y Ecuador producen respectivamente 10, 8 y 4 veces más
que nosotros.
Artículo
de Alfredo Palacios Dongo publicado en el diario EXPRESO, fecha 5 de setiembre
de 2015