Son profundos los estragos políticos en nuestro país
causados por las últimas declaraciones, en Sao Paulo, Brasil, de Jorge Barata
(ex superintendente de Odebrecht en Perú) a fiscales peruanos sobre aportes de
campaña de más de US$ 8 millones a la mayoría de candidatos presidenciales (y
todavía faltan sus declaraciones sobre casos de corrupción y soborno), lo cual
ha indignado a la ciudadanía porque existen
justificadas razones de desconfianza y sospechas sobre actuaciones, conductas y
prácticas de muchos políticos que han transgredido los principios fundamentales
de ética política, integridad, transparencia y probidad.
Los últimos gobiernos y el actual, desde el ejercicio del
poder, han tomado un camino muy divergente a la construcción del bien común y
fortalecimiento de la ética política, predomina la ausencia de principios y
valores éticos y transparencia, que alientan el incremento de vicios o
actitudes antiéticas que se contraponen a la resolución de conflictos y
satisfacción de la pluralidad de intereses comunes, y además, frivolizan la
función pública, disminuyen la calidad de la política, y no permiten alcanzar
el bien común, lo cual está conduciendo a la población a un punto muy elevado
de insatisfacción. La política es la ciencia social y práctica cuyo objetivo es
la búsqueda del bien común de la sociedad, la cual se emprende con valores y principios
éticos que son los que movilizan la acción humana, siendo los principales
instrumentos de un gobierno para
alcanzarlo: la educación,
justicia y rectitud moral, justa distribución de riquezas, las leyes y paz
social.
En esta actual crisis de valores que enfrentamos la
educación juega un rol fundamental como herramienta en el proceso de
transformación de nuestra sociedad para la adquisición de virtudes y valores en
el crecimiento personal. Mientras no contemos con un proyecto país que defina
una política estratégica a largo plazo para mejorar el rol de la educación en
su gestión y calidad respecto a la formación ciudadana, promoción de valores
democráticos, costumbres políticas y calidad moral, será muy difícil que
nuestras generaciones alcancen una mejor ciudadanía que aporten al desarrollo.
Para lograr cambiar y progresar, los maestros deben formar y educar en las
escuelas sobre los problemas actuales de nuestra sociedad y del país, a valorar
lo positivo de la vida humana y criticar lo que realmente atenta contra la
ética en la función pública y el desarrollo integral de las personas y de la
sociedad.
Artículo de Alfredo Palacios Dongo publicado en el diario EXPRESO, fecha 10
de marzo de 2018