Esta vorágine
de corrupción e impunidad que vive nuestro país, además de la agresividad en el
trato político entre el Ejecutivo y Legislativo y la fuga de un ex juez supremo
corrupto en las narices de la Policía, nos desvían la atención de importantes temas
sociales como la pobreza que refleja la situación general y estructural del
país en materia de oportunidades y bienestar. El pasado 20 de setiembre el
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Universidad de Oxford
presentaron el Índice de Pobreza Multidimensional-2018 (IPM), evaluando 104
países en relación a carencias en pobreza, salud, educación y nivel de vida,
identificando la pobreza extrema cuando las personas tienen un tercio de 10
indicadores en evaluación (nutrición, mortalidad infantil, años de
escolarización, asistencia escolar, combustible para cocinar, saneamiento, agua
potable, electricidad, vivienda y activos).
Este IPM
registra para Perú 3.95 millones de
personas en condición de pobreza multidimensional (12.46% de población total)
siendo las mayores causas, salud (19.55%),
educación (24.08%) y condiciones de
vida (56.37%) por falta de acceso a saneamiento,
agua potable, electricidad y vivienda. Según el Instituto de Economía y
Desarrollo Empresarial (IEDEP) este índice representa más de 3 veces la pobreza
monetaria extrema del país, siendo 10 veces mayor en zonas rurales (32.7%) que en urbanas (3.4%).
El Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) determina nuestra incidencia de
pobreza midiendo la “línea de pobreza monetaria” mediante el valor de una
canasta mensual mínima de S/.338 por persona (S/.11.27 diarios) para
alimentación, salud, educación, vestido, vivienda, transporte, enseres y otros,
si cuenta con dicha cantidad de dinero no es pobre, y para la pobreza extrema, mediante
una canasta de S/.183 (S/.6.1 diarios) para subsistir con mínimas necesidades
nutricionales, si cuenta con dicha cantidad no es pobre extremo. Según esta
medición monetaria casi 7 millones de peruanos subsisten gastando menos de
S/.338 mensuales, de los cuales 1.2
millones son pobres extremos, muy por debajo del IPM-2018 que registra 3.95 millones.
Bajo
este panorama nuestra actual medición monetaria debería ser reemplazada por no
reflejar cifras reales de pobreza ya que no mide índices de desarrollo humano ni
oportunidades humanas, como la desnutrición crónica infantil ni cobertura
de acceso y calidad de servicios básicos, lo cual induce a errores en elaboración
y desarrollo de políticas y programas sociales y estrategias focalizadas para
reducir la pobreza, especialmente la pobreza extrema y en el ámbito rural.
Artículo
de Alfredo Palacios Dongo publicado en el diario EXXPRESO, fecha 20 de octubre de
2018