El tema de la
corrupción es un fenómeno antiguo muy conocido por todos los peruanos porque se
ha desbordado como una verdadera pandemia e incrustado en la mayoría de
instituciones, sus efectos son demoledores, no solo arrebata dinero de los
recursos públicos (según Transparencia Internacional se pierden anualmente S/
12,600 millones por corrupción) sino que su misma existencia socaba la
estructura social y ética de nuestra sociedad, crea desconfianza, incentiva
conductas abusivas y rompe el principio de legalidad. A raíz del caso Lava Jato
la corrupción en nuestro país llegó a su máxima expresión cuando se confirmó
que Odebrecht pagó sobornos por US$ 29 millones para ganar licitaciones
involucrando a personajes que mostraron su verdadera miseria moral, entre
ellos, ex presidentes, políticos, gobernadores, alcaldes, jueces, fiscales,
funcionarios públicos, empresarios y profesionales.
Para
comprender la magnitud de la corrupción a nivel nacional, el pasado 20 de
setiembre el procurador anticorrupción, Amado Anco, advirtió que hay 4,225
procesos (peculado, colusión, negociación incompatible) que involucran a
autoridades y ex autoridades de gobiernos regionales y locales, 4,000 están en
trámite y solo 222 tienen sentencia firme e increíblemente solo 14 cumplen prisiones
preventivas. También, un reciente estudio “círculo de la corrupción en
gobiernos regionales” advierte que existen 1,091 obras paralizadas por
corrupción que afectan en diferentes regiones servicios de salud, educación,
agua y saneamiento, vivienda y carreteras.
Bajo este
panorama, a corto plazo debemos implementar en forma prioritaria las reformas
judicial y política para tratar de cambiar la cultura institucional y la lógica
de la gestión pública, pero para combatir la corrupción de manera sostenida y
con visión de futuro se requiere la intervención de los tres poderes del Estado
y de todos los peruanos, principalmente en temas de educación en valores. La
solución a largo plazo pasa por una adecuada educación del carácter en valores
y virtudes con códigos éticos y de conducta en colegios y universidades siendo
indispensable incluir y desarrollar programas curriculares de enseñanza que
incidan en valores éticos (honradez, transparencia, normas de comportamiento,
ejemplaridad, responsabilidad, disciplina y respeto) para edificar la
conciencia ciudadana, además es fundamental la educación en la familia para
formación del carácter de sus hijos y su comprensión de las necesidades de los
demás por encima de pensar en sí mismos. Todos los esfuerzos educativos y de
los padres de familia coadyuvarán a erradicar en el futuro los casos de
corrupción y de otros problemas sociales.
Artículo de Alfredo
Palacios Dongo publicado en el diario EXPRESO, fecha 1 de diciembre de 2018