En el
Congreso de la República, después de aprobarse la moción de confianza
solicitada por el Ejecutivo, la
Comisión de Constitución tiene seis proyectos de reforma política para su
debate y aprobación, y aunque son importantes para mejorar el sistema político
y electoral, dicha Comisión no demuestra espíritu constructivo ni voluntad
política para procesarlos, pero por otro lado estos proyectos son producto de
una exigencia del Ejecutivo más que de acuerdos y voluntades colectivas, el
proceso se ve afectado por la turbulencia política con marcada confrontación
entre Ejecutivo y Legislativo, la falta de equilibrio entre poderes, la crisis
de partidos políticos sin acuerdos ni consensos y con cúpulas manipuladoras que
se resisten a reducir sus espacios de poder, todo lo cual revela un panorama que afecta nuestra democracia,
además la reforma es incompleta, no considera temas como el voto voluntario o
la suspensión de la cifra repartidora, ni el asunto político más importante, la
bicameralidad, porque el Senado mejoraría la calidad de nuestra legislación,
con mayor reflexión y madurez, sería el mejor sistema de control de proyectos
de ley aprobados en cámara única.
Sin una sólida
institucionalidad las reformas que se implementen no tendrán efecto eficaz, según
el Premio Nobel de Economía, Douglas
North, el objetivo principal de las instituciones es lograr una estructura
estable de interacción humana cuya calidad determina el potencial de crecimiento
y desarrollo de un país, lo cual no sucede
actualmente en el Perú pues estamos viviendo una crisis de desconfianza en
la mayoría de instituciones, agravada por la corrupción y suciedad moral desenmascarada
en el escandalo Lava Jato con graves delitos de corrupción y lavado de activos
de políticos, funcionarios públicos, jueces y empresarios.
La mayoría de
nuestras instituciones presentan muy baja calidad, la legislativa (falta de
capacidad y fragmentación), partidos políticos (escasa credibilidad, informalidad
política), judicial (endeble y con mala imagen, expuesta a prácticas corruptas),
policial (desbordada por aumento de delincuencia y crimen organizado) y el gobierno,
en el mal funcionamiento de organismos centrales de gestión laboral, educativo
y salud, en innovación del sector público, en descentralización y participación
y resolución de conflictos.
Bajo este
panorama, el fortalecimiento de nuestra institucionalidad debe tener
preeminencia, nuestra realidad política e institucional necesita de mucha
proclividad de cambio para implementar las reformas, sin institucionalidad no
hay progreso, el liderazgo se diluye sin instituciones capaces de darle
permanencia a las reformas y políticas impulsadas.
Artículo de Alfredo
Palacios Dongo publicado en el diario EXPRESO, fecha 15 de junio de 2019