El pasado martes 8 el Foro Económico Mundial publicó en
Ginebra-Suiza el Índice Global de Competitividad 2019, en el que nuestro país
ha retrocedido por sexto año consecutivo ocupando el puesto 65º entre 141 países,
solo en los dos últimos años hemos caído 5 puestos, nuestra principal fortaleza
se registra en la estabilidad macroeconómica, sin embargo tenemos muchas
debilidades, respecto al 2018 hemos caído en 8 de los 12 pilares evaluados, nos
ubicamos 6º en Latinoamérica y estamos detrás de los países que conformamos la
Alianza del Pacífico (Chile, México y Colombia), además, y lo más preocupante,
es que ocupamos debajo del puesto 90º en indicadores cruciales e
imprescindibles para ser un país más competitivo tales como: corrupción, crimen
organizado, tasa de homicidios, fiabilidad en servicios policiales,
independencia judicial, eficiencia del marco legal, carga de regulación
gubernamental, protección de propiedad individual, red vial, calidad de
carreteras, servicio de transporte, acceso a electricidad, usuarios de
internet, pensamiento crítico en la enseñanza, capacitación de personal, falta
de empleos calificados, financiamiento de pymes, salario y productividad,
crecimiento de empresas innovadoras, gastos en investigación y desarrollo y
habilidades digitales en población activa.
Tenemos un bajo nivel de competitividad porque nuestros gobernantes,
políticos, empresarios y universidades no avizoran que ésta es indispensable
para incrementar el nivel de productividad de recursos humanos y físicos (capacidad de
competencia en mercados de bienes y servicios) lo cual es fundamental para
lograr un crecimiento económico sostenido el cual no alcanzamos porque nuestra
economía presenta debilidades estructurales que no nos permiten reducir la
pobreza e informalidad. Para mejorar la competitividad, desde hace 24 años han
proliferado consejos nacionales, planes nacionales, agendas, pero no han
mejorado ni ésta, ni la productividad, ahora se impulsa un nuevo plan nacional
de competitividad y productividad con 9 objetivos prioritarios que esperamos se
cumplan.
Bajo este panorama para mejorar nuestros niveles de competitividad
tenemos que priorizar nuestro desempeño institucional, educacional, de
infraestructura e innovación. Debemos enfrentar nuestra debilidad institucional
donde presentamos las mayores deficiencias competitivas en niveles muy altos de
desconfianza a partidos políticos, congreso, poder judicial, policía,
administración pública y a la carga de regulación gubernamental. Además debemos
erradicar la corrupción, enfrentar la situación de inseguridad ciudadana, el
déficit de infraestructura, mejorar la calidad educativa (record muy pobre),
desarrollar los factores impulsores de la innovación (principal fuente de
ventajas competitivas de la economía), mejorar la calidad de las instituciones
de investigación científica, entre otros.
Artículo de
Alfredo Palacios Dongo publicado en el diario EXPRESO, fecha 12 de octubre de 2019