El
concepto de estrés hídrico se utiliza cuando la demanda de agua es mayor que la
disponible para satisfacer las necesidades humanas, económicas y ecológicas. En
nuestro país representa un grave y crónico problema estructural principalmente
por el gran aumento de demanda debido al crecimiento poblacional, su desmedida
extracción, contaminación de los cuerpos de agua, fenómenos atmosféricos como
el cambio climático, falta de lluvias (sequías), heladas, etc.
Nuestra mayor dificultad, es que, a pesar de contar con
gran disponibilidad de recursos hídricos (ríos de la cuenca del Amazonas y
lluvias tropicales, en la región andina, lagos, lagunas y glaciares, el lago
Titicaca, y en la costa, la red de ríos y aguas subterráneas, sin embargo, su
distribución es muy desigual, el 98% de disponibilidad se encuentra en la sierra
y selva, donde vive 41% de la población (14 millones), mientras que en la costa,
donde reside el 60% (19 millones) hay solo 2% de disponibilidad. El caso de
Lima Metropolitana es grave debido al acelerado crecimiento poblacional donde
reside el 30% (10 millones) de la población total, así como por la manifiesta
falta de infraestructura hídrica, estimándose que, en los próximos 10 años, la
disponibilidad y oferta hídrica, podría tener una disminución del 30%.
Según el Centro de Planeamiento Estratégico (CEPLAN), el Perú tiene un
alto riesgo de vulnerabilidad por la crisis del agua, que podría ocasionar que
al 2030, el 58% de la población viva en zonas con enorme escasez, y convertiría
al Perú uno de los más afectados en América Latina. En el ranking de estrés
hídrico al 2040 de la organización World Resources, nuestro país se encuentra en
el puesto 43 entre 167 países, presentando potencial para sufrir problemas
hídricos, y, en América Latina, los países con mayor estrés hídrico son, sobre
puntuaciones 0 a 5 (5: afectaciones muy severas), Chile primero con 4.47,
segundo México (4.00) y tercero Perú (3.74). Asimismo, un
reciente estudio del Banco Mundial (BM) reveló que las brechas de seguridad
hídrica en nuestro país, podrían ocasionar pérdidas económicas entre 1.3
% y 3.5 % del PBI.
Bajo este panorama, nuestro estrés hídrico seguirá
incrementándose si no se aplican importantes medidas a mediano plazo, entre
ellas, mejorar los problemas de gestión, implementar infraestructura hídrica adecuada,
dictar regulaciones para evitar su sobreexplotación, tomar mayores previsiones
de almacenamiento, incrementar fuentes de agua en la costa y las alturas
(rehabilitación de canales ancestrales), en la minería reutilizar el agua, en agricultura,
que emplea 80% de los recursos hídricos, mejorar su uso con tecnificación de
riego, y, promover una cultura del cuidado del agua generando conciencia social
y participativa en la gestión de nuestros recursos hídricos.
Artículo de Alfredo Palacios Dongo publicado en el diario
EXPRESO, fecha 1 de junio de 2024