El pasado día 2, la revista inglesa The Economist, presentó su último Índice de Democracia Global 2024, estudio que analiza la situación y desempeño de la democracia en 167 países, clasificándolos en 4 categorías: democracia plena, democracia defectuosa, régimen híbrido y régimen autoritario, según cinco criterios: proceso electoral y pluralismo, libertades civiles, funcionamiento del gobierno, participación política, y cultura política.
En este Índice, estamos calificados como una democracia de “régimen híbrido” cayendo, por tercer año consecutivo, del puesto 75 en 2022, al 77 en 2023, hasta el 78 en 2024. En Latinoamérica, estamos posicionados con México, Ecuador, Honduras, Guatemala y Bolivia; además, están catalogados como “democracias defectuosas” Chile, Colombia, Paraguay, Argentina y Brasil; solo califican como “democracia plena” Uruguay y Costa Rica; y como “regímenes autoritarios” Haití, Cuba, Venezuela y Nicaragua, donde el poder restringe las libertades civiles, manipula los procesos electorales, controla los medios de comunicación y reprime a la oposición.
Entre las principales razones de nuestra calificación como “régimen híbrido”, tenemos que nuestro sistema político combina elementos de democracia y autoritarismo, nuestras formas democráticas camuflan muchos rasgos de autoritarismo, es decir, nuestra democracia convive con el autoritarismo; a pesar de mantener los procedimientos electorales, existan gobernantes y autoridades políticas con discursos populistas, tratando de disfrazar la realidad y el desequilibrio institucional, y no enfrentan los complejos problemas que enfrenta el país, asimismo, por la fragmentación del poder, nuestra débil institucionalidad y por los desacreditados partidos políticos, por la corrupción y por la fragilidad del sistema de justicia, ejemplo destacado de impunidad y desesperanza. También ha influido en nuestra calificación como “régimen híbrido” desde 2022, el golpe de Estado del ex presidente Castillo y la creciente crisis del poder e inestabilidad política, siendo gobernados por seis presidentes en apenas 9 años, desde 2016.
Bajo este panorama, toda esta situación perjudica intensamente la percepción de nuestra baja calidad democrática, nos trunca el desarrollo y afecta gravemente la gobernabilidad y legitimidad democrática incrementando nuestra vulnerabilidad para enfrentar las crisis políticas y sociales. Además, es un llamado de atención a la clase política para que comprenda que el deterioro de la democracia afecta profundamente la institucionalidad del Gobierno Central, Legislativo, Poder Judicial, de los organismos de gestión centrales, de la gestión del sector público, de la descentralización, y de la participación ciudadana; el criterio de la cultura política es particularmente débil en nuestra democracia y debe ser reforzado, la población no tiene una participación activa en los asuntos políticos teniéndose la necesidad de abordar deficiencias fundamentales en la comprensión y participación cívica en la sociedad peruana, lo más peligroso para la democracia es la falta de rendición de cuentas y de respuesta ante la población.
Artículo de Alfredo Palacios Dongo publicado en el diario EXPRESO. fecha 22 de marzo de 2025